Adiós a los dientes de leche
Sr. Eugenio Arregui
Clinica Arregui
La caída de los dientes de leche es un momento muy importante en el crecimiento de los hijos. A la emoción del hueco en la sonrisa, se le suma que esa noche pasará el Ratoncito.
Para responder mejor las preguntas de los niños y cuidar tanto los dientes de leche como los definitivos, es bueno saber qué sucede en la boca de los niños.
La caída del primer diente de leche de un hijo es un momento muy emocionante para toda la familia. Los nervios y la excitación de los niños que vienen a continuación se deben, en gran parte, a que perder los dientes es prueba de que «son grandes».
Ante sus padres, esa encía a la vista es una muestra irrefutable de que «nuestra guagua» ya se está haciendo todo un niño. Y ante sus amigos, esa sonrisa a medio armar es un verdadero honor porque implica que se está diferenciando de los más chicos y también de los adultos, y acercándose a sus compañeros.
Normalmente, los dientes de leche comienzan a caerse entre los cinco y los siete años.
Llegó la hora
«¡Mamá, se me ha caido un diente!» Ese grito nervioso anuncia que llegó la hora. Sucede generalmente entre los cinco y los ocho años, pero también se puede adelantar a los cuatro y atrasar hasta los nueve.
«Es normal que haya diferencias en niños de la misma edad y del mismo curso porque son distintos ritmos de crecimiento. Pero no hay problema, todos los niños van a cambiar los dientes, asegura el doctor Arregui.
En un comienzo se caen los dientes centrales y laterales inferiores y después los superiores. Los colmillos y muelas se caen más tarde, entre los 9 y los 13 años.
A la misma edad en que comienzan a caerse los dientes, aparece la muela «de los seis años». Incluso puede surgir antes de que se haya caído un diente porque no reemplaza a ninguno, sino que se ubica al final. Por eso, muchas veces nadie se da cuenta que ha salido.
Los dientes definitivos pueden estar debajo de los dientes temporales, listos para salir, o pueden tomar hasta un año en aparecer. A los 12 ó 13 años, la persona habrá perdido 20 dientes de leche y a los 21 años tendrá 32 dientes definitivos, contando las muelas del juicio
Qué está ocurriendo
Debajo de los dientes de leche están los dientes definitivos, que, en un momento dado, comienzan a subir hacia la superficie de la encía. Al hacerlo, van disolviendo la raíz del diente de leche hasta que queda sólo sujeto por la encía. Ahí se suelta y se cae.
Normalmente esto ocurre sin un dolor excesivo. Como la encía está inflamada, puede salir un poquito de sangre y doler. Para aliviarlo, se le pone hielo o un analgésico tópico local. Normalmente no debería durar más de media hora. Si el dolor es muy agudo, habrá que llevarlo al dentista porque puede tener otro problema.
No es recomendable que los padres, amigos o el mismo niño saquen el diente. La caída es un proceso natural, que debe ocurrir solo.
Hay veces que un diente definitivo aparece detrás del diente de leche, antes de que éste se caiga. En ese caso hay que llevar el niño al dentista quien, en la mayoría de los casos, preferirá sacar el diente de leche para que el definitivo tome su correcta ubicación.
Antes de tiempo
Es importante saber que los dientes no están porque sí. Cumplen funciones muy importantes, no sólo para comer, sino también para hablar y para mantener el tamaño de la boca, de modo que luego quepan todos los dientes definitivos.
Por eso, hay que tratar de evitar que se caigan antes de tiempo. Pero los accidentes suceden. Hay niños que sufren un golpe fuerte en la boca y se le suelta o se le cae un diente de leche.
Algunas veces, el diente suelto se muere, por lo que se pone de un color gris o negro. En este caso, hay que esperar que el diente se caiga solo, lo que ocurrirá a la edad normal. No es bueno sacarlo porque está cumpliendo el papel de guardar el lugar para el diente definitivo.
Si se cae, lo mejor será buscarlo y tratar de ponérselo de nuevo. Cuando no se pueda, hay que colocarlo en un vaso con leche y llevar al niño rápidamente al dentista. Está comprobado que si el diente se vuelve a colocar, la mayoría de las veces se pega y queda como si nunca hubiera pasado nada.
Los nuevos dientes
Los nuevos dientes se ven bastante raros en la boca de un niño de seis o siete años, acostumbrados como estábamos a verlo con sus pequeños dientes bien blancos y perfectos. Ahora, nos parecen demasiado grandes para su cara, un poco amarillentos y disparejos con serruchos.
Los dientes definitivos son efectivamente más amarillos que los de leche y el esmalte es más traslúcido. Los serruchos de su borde se van a ir puliendo con el uso y con el roce.
Tampoco hay que preocuparse por su tamaño. La cara del niño va a seguir creciendo, pero los dientes no. Llegará el día en que ambos sean proporcionados.
Lo que sí debe preocupar es que los dientes definitivos necesitan de una buena higiene. Esto implica controles periódicos con el dentista y una buena limpieza. Para eso es bueno fijar un lavado al día, por ejemplo el de la noche, que sea supervisado por la mamá. Así el niño aprenderá a hacerlo mejor y la mamá se asegurará que, durante la noche – cuando la boca está en reposo, tiene menos autolimpieza y las bacterias actúan más fácilmente- los dientes están bien limpios.
Mientras los nuevos dientes crecen, habrá que gozar con la sonrisa llena de huecos, los nervios de la venida del Ratoncito, los dientes a medio camino y la alegría de ese niño que siente que está creciendo.